domingo, 2 de octubre de 2011

Muy Snob

Siempre había envidiado a esos jóvenes y su estilo de vida con sus fiestas privadas en el club náutico bailando casi cada noche hasta altas horas de la madrugada. Nunca supe qué era lo que hacía a aquella gente ser tan diferente a los demás; yo en mi lógica pensaba que la clase social a la que pertenecían les apartaba de la gente vulgar por considerar que no estaban a su nivel. Vivía en un bloque de pisos próximo al puerto deportivo y trabajaba en un restaurante cerca de mi casa, por lo que solía verles con frecuencia a primera hora de la mañana parando con sus flamantes coches a desayunar recién abierto el establecimiento. Era el simpático chico de los recados que les servía el desayuno, el discreto confidente con quien compartían sus bromas. Un día me bautizaron dándome un sobrenombre y empezaron a tratarme como si fuese uno de ellos, entonces supe que había entrado en su círculo.

Inexplicablemente, había sido invitado por la dudosa fortuna para asistir a una de sus fiestas y al llegar ví que me saludaban con alegría; parecían disfrutar con gran júbilo y el ambiente era luminoso y ensordecedor, tal como siempre me lo había imaginado cuando veía las luces brillando a lo lejos desde la terraza de mi casa, y así fue como transcurrió durante la primera hora, pero a medida que pasaba la noche comencé a experimentar una sensación difícil de describir; sus rostros risueños y despreocupados se fueron transformando en máscaras de enajenación eufórica sus risas frívolas se volvieron exultantes; ocurría en el ambiente; a mi alrededor; todo mi entorno estaba cambiando: el suelo que pisaba era una pasta resbaladiza de líquido derramado, la música se convirtió en un caos frenético y las risas eufóricas se mezclaban con ecos diabólicos cuyo lenguaje era incomprensible; algunos comenzaban a desvestirse, y otros se arrancaban los trajes. Las chicas lo hicieron tan rápido que pronto me ví rodeado de cuerpos desnudos; bailaban sin parar como si hubieran perdido la razón; sus rostros se disipaban con la velocidad que se cruzaban frente a mis ojos, y en medio de aquel caos, pude ver como su piel caía quedando en tejido vivo y palpitante; sucedió mientras se agitaban violentamente entre espasmos y convulsiones y poco más tarde, pude ver como aquellas llagas ulcerosas adquirían rigidez cubriendose de capas segmentadas parecidas a un largo caparazón anudado; de sus costados brotaron largas patas peludas con apéndices que terminaban en uña. Fue entonces cuando abrieron sus enormes bocas provistas de dientes largos y afilados mientras me rodeaban con aire amenazador. Impulsado por una especie de resorte, eché a correr a través del muelle pero mis perseguidores me alcanzaron en seguida, y comprendí que había llegado el final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario