domingo, 24 de julio de 2011

Civismo, por favor

Apoyando los pies sobre un asiento, un hombre fumaba tranquilamente un cigarrillo. Primero una calada, luego se metía entre pecho y espalda un trago de cerveza bien fría, y luego otra calada. De tanto en tanto acariciaba la cabeza de su novia, de cabellos dorados.
Estaba en la gloria.
Dos señores uniformados se presentaron de golpe frente a él. Estaban absolutamente perplejos.
– Disculpe caballero. ¿Puede bajar los pies del asiento? – dijo el más alto de ellos.
El hombre dudó un momento y luego acató la orden.
– Supongo que sabe que está prohibido fumar aquí – prosiguió el alto.
– Y beber – añadió el bajito.
Pasaron unos segundos de silencio incómodo en los que el hombre se bebió la media birra que quedaba de un trago, para luego rematar el cigarro con dos caladas largas.
– Y por supuesto está prohibido practicar felaciones. Esto es un tren, no un prostíbulo. ¿No les da vergüenza?
Tras escuchar sus disculpas, los guardias se marcharon, sin disimular los comentarios jocosos sobre la escena. El hombre frunció el ceño, al tiempo que abría otra cerveza.
– Un día que llevo billete, ¡y no me lo piden!

4 comentarios:

  1. :-)))))))))

    Boníssim!
    Salutacions,
    Ivan.

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  2. M'encanta la frase “estava en la gloria” després del primer paràgraf descriptiu.

    L'escena del relat em recorda els genials acudits clàssics del gran Eugenio. Es com estar dins una escena del germans Marx amb la mala hòstia de South Park. ^_^

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