domingo, 7 de agosto de 2011

EL REFLEJO

La mañana en que José despertó y abrió sus ojos, fue vivida por él como si solo una luna más hubiera pasado en su tiempo, sin percatarse del largo periodo que había permanecido dormido. Lentamente, mientras su pesado cuerpo adquiría escasos movimientos, pudo comprobar que se encontraba rodeado de batas blancas, quienes se mostraban alborotados por el milagro que estaban presenciando. Sus sentidos recobraban vida, observaba sus manos, se tocaba, hablaba, se oía, pero para él no era él. Oyendo las conversaciones, comprendió lo que había pasado. Y lo recordó todo, pareciéndole que apenas sucedió ayer.
Con el pasar de las horas el ambiente se apaciguó, la tarde llegó, y con ella algunas personas, dentro de las que estaba su madre, a quien no reconoció detrás del marchito rostro de aquella anciana mujer que lánguidamente se acercó para acariciarle con manos temblorosas. Al sentirla y oír su carrasposa voz, supo que era ella. Entonces, José preguntó por su padre. La mirada le cambió y bajando la cabeza con un visible pesar en su alma, le respondió:
- ¡Ha muerto mientras tu dormías!
En ese instante, fue inevitable que por su memoria trascurrieran todos los recuerdos que de él guardaba, y lo extrañó más que nunca. Su ausencia se empezó a sentir en el cuerpo a pesar de que había ocurrido hacía veinte años, y la pena dolió profundamente, quemándolo, sabiendo que había sufrido. -¡Qué no daría por haberlo visto una última vez! – Se dijo mientras padecía.
Su familia notó su dolor, y en un intento por mitigarlo, acercaron fotografías de sus últimos años, pero José solo encontró un hombre seco, viejo y arrugado al que no pudo contemplar como su padre.
El dolor continuó sin tregua durante el día y la noche, hasta la mañana siguiente, cuando después de ser afeitado, observó de frente un reflejo en el espejo, y al verlo, vio allí dibujada la que creyó era la viva imagen de su padre. Eran sus ojos, sus facciones y gestos los que se movían en el cristal que besó. Y le dijo:
- Allí estas, así te recuerdo. Yo no soy yo, pero ese eres tú.
HENRY PORRAS ANGARITA

2 comentarios:

  1. Nunca dejes de escribir...y que las palabras sean siempre "el reflejo" de tu alma.

    Maite.

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  2. Seguir vivo a veces es doloroso pero necesario. Despertar de un coma debe por fuerza desubicar tanto al yaciente como a los que han seguido con su vida. Muy bien retratado Henry, felicidades por el relato y por la primera aportación al blog. ^_^

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